martes, 17 de junio de 2008

SABIDURÍA + PEDAGOGÍA= HYG!!!


(Sustentado en la problemática: ¿Qué características debe tener un profesor de Historia y Geografía para ser un buen profesor?)






Reconocido dentro de sus pares, el “profe” de Historia viene a ser, quizás, el más recordado por sus antiguos pupilos. Una suerte de panacea dentro del aula, al constituirse en sitio obligado de respuestas, pertenecientes o no a su especialidad. No sólo eso, pues largas conversaciones y experiencias lo confirmarán como el más abierto y liberal de toda la sala de profesores.

A la hora de inmiscuirnos en la interrogante de hoy debemos empeñarnos en ser holísticos y captar que un buen docente de nuestra rama se ejecuta sobre la base de tres aspectos: PERICIA ACADÉMICA, PEDAGOGÍA INNNOVADORA, y CAPTACIÓN DE LA CONTINGENCIA. Bien es sabido que un instructor no es sólo aquel que se dedica netamente a sus quehaceres, sino también involucra el desarrollo de acciones que le son propias a otros profesionales: actuar bajo perfil de un Trabajador Social, Psicólogo, Abogado, etc. ¿No es posible acaso rescatar de esto, por ejemplo, la escasa capacidad horaria al momento de planificar? Por lo tanto, tenemos ya una plataforma sobre la cual todo el magisterio actuará y, a partir de ello, cada una de las especialidades ha de perfilar oportunamente sus peculiaridades. En ese sentido, un eficaz preceptor sería aquel que acoja y acompañe no sólo a sus estudiantes, sino, a la vez, a sus propios padres y apoderados, una suerte de entidad social de primera necesidad. Rasgo humano que aún se preserva con absoluta claridad, más que todo, en los sectores rurales de nuestra Educación. Porque, ¿sería posible en nuestro Chile entender al maestro de nuestros hijos como un mero transmisor de contenidos? Entonces, con este plano configurado comenzaríamos a erguir una de las tres esencias que denotan bonanza en el profesorado de HYG. Nos referimos a la captación de la contingencia, aquel punto que involucra no sólo el entender la realidad económica o política internacional y nacional, más bien el nexo de ello con el propio contexto local, el espacio que atañe a su persona y a los futuros compatriotas activos. Más allá de participar o no de las movilizaciones, los adolescentes buscarán en él una óptica asertiva de la LGE y todo lo que ella conlleve, por sólo citar algo. Además, aquella característica lo revestirá de un respeto unánime por parte de los jóvenes, pues sus interrogantes serán saldadas gracias a ello mismo. Ahora bien, el histórico título de “sabio” deberá ser resguardado bajo un conocimiento acabado y amplio de la materia que se inserta en sus Planes y Programas, un rasgo distintivo proveniente de esa “Educación Bancaría” y arcaica, tan bien analizada por Paulo Freire.

Esos cimientos sólo levantarán la vivienda. Claro, dado que sin una fachada armónica y un interior hospitalario, la habitación sólo será puerto de adjetivos cercanos a lo huraño y despectivo. Un educador provechoso deberá asumir un rol esencial: aprehender los intereses y códigos de sus aprendiendo en función de buscar la alternativa más fructífera para entregar sus contenidos. Nos referimos desde el modo en que lo plantee hasta los recursos que puede utilizar, ya sea de carácter electrónico o manual.

Toda este esfuerzo, vocación y entrega con un solo objetivo: lograr el ansiado aprendizaje significativo. Aquella meta corona a un buen profesor.

martes, 27 de mayo de 2008

TRAS EL UNIFORME, SÓLO HALLAMOS DIVERGENCIA

(Basado en la observación: ¿Cómo enseñar para que la diversidad de estudiantes presentes en una sala de clases aprenda?)

Situados en un asado de ex compañeros de Educación Media, sería casi imposible hallar una respuesta unánime y homogénea entre ellos respecto al desempeño o capacidad de su otrora profesor de Historia y Geografía. La masa se dividirá entre aquellos que con un cargamento de críticas y observaciones lo recordarán, y los que jamás lo cambiarían si tuviesen que volver el tiempo atrás.

En esa línea debemos encaminarnos con la interrogante de hoy. Claro, pues las acotaciones dadas por aquellos jóvenes en esa distendida reunión sentarán sus bases en lo que lograron aprender y aprehender en las clases de antaño, y lo cercano que les resultaba el “profe”. El presente ensayo hace referencia a la diversidad con que nos enfrentaremos al momento de ingresar a nuestro mundo laboral, la ansiada sala de clases.

El gran desafío del pedagogo pasará por afrontar de la mejor manera posible aquella multirealidad de caracteres, contextos, realidades, perspectivas en el alumnado. Hemos de recordar que son cuarenta (aproximadamente) contra uno. Cuatro decenas (nos referimos a uno sólo de los tantos cursos a asumir) que han de digerirse eficientemente para así establecer un diálogo y nexo apropiado y, por sobre todo, fructífero. El objetivo se logrará mediante una predisposición a asumir que no todos quienes integran el salón son unísonos, por lo que nuestra labor ha de realizarse de manera amplia, enfocada en las divergencias de códigos y visiones que cada uno de ellos posea. En ese sentido, nuestra actitud personal y docente pluralista será el cimiento para erguir nuestras propias planificaciones, sustentadas en metodologías y recursos variados. Hincapié en desarrollar las distintas áreas del saber humano (oralidad, escritura) y en cómo enseñar, puesto que el aprendizaje será más sencillo, para una de las partes, con elementos visuales, para otros, escritos y, el resto, orales. No debemos olvidar el desarrollo kinésico en nuestro proceder, en lo que respecta a movimientos y gesticulaciones.

Todo el enfoque abordado iría de la mano con las políticas educacionales vigentes en nuestro país, yendo en relación con las divergencias y pluralidades asumidas por el Marco Curricular implantado por la Concertación.

¿No sería más agradable acudir a una clase en la que sabemos que el instructor intenta conocernos? No todos aprendemos ni aprehendemos de igual manera. Tampoco son seres sin iluminación alguna, sino capacitados de conocimientos previos. La odisea está en quien se encargue de transmitir los contenidos.

sábado, 17 de mayo de 2008

MERITOCRACIA EN DIVERSIDAD


(Dirigido al cuestionamiento: ¿Cuál es, según tu opinión, la forma más justa de evaluar el desempeño de un estudiante?)


Desconexión, a veces, absoluta surge en el trascendental tema de las evaluaciones, aquella instancia en que los contenidos expuestos de diversas maneras por el profesor han de ser medidos respecto a lo que el estudiante logró digerir o captar de ello. Cuantitativo es el modelo imperante, pues los números son los que relatan, de manera vertical, el éxito alcanzado. Y la ausencia de templanza arranca justo en el momento en que el pupilo siente que no ha sido identificado en la crucial evaluación, es decir, una especie de zanja que divide el diálogo o empatía entre los dos personajes del aula de clases.

Es que a la hora de abordar este viaje hemos de ser concientes que dos serán las rutas que nos llevarán a destino. La primera nos hablará de los instrumentos o procedimientos para obtener la calificación. Hablamos de pruebas escritas u orales, disertaciones, ensayos, en fin. Y, por otra parte, un elemento implícito ha de acompañar la obra gruesa, directamente basado en el desempeño propio de los jóvenes en forma previa a tal hecho, relacionado con su compromiso, asistencia, interés, respeto, superación. En pocas palabras, la famosa meritocracia a la que este mundo nos tiene tan habituados.

Poseyendo ya la estructura misma, se ha de escoger la tonalidad más preferida entre las opciones que el Marco nos facilita. En ese sentido, Historia y Geografía tendrá mayor vínculo (según una perspectiva propia) con la oralidad. Claro, pues la expresión personal y una interesante dosis de ratificación de lo aprehendido (más que de lo aprendido) deberá proyectarse en, quizás, interrogaciones personales o realizadas con todo un curso, lo que implica que los muchachos deban responder frente a todos sus compañeros. Ello se apoya en el uso de mapas o fotografías acordes con la materia. Entramos con esto en una primera problemática. Mal que mal todos los ocupantes de los pupitres son distintos, en enfoque y sentimiento. Por ello, el docente ha de tener en cuenta el peso de aquello, ejecutando pruebas escritas o la gestación de ensayos, por ejemplo, que apunten al desarrollo de una correcta redacción, además, por sobre todo, a satisfacer a la otra parte que se siente más cercana con este ámbito de la educación. Entonces, y ya dando respuesta a lo hoy planteado, una primera forma justa de evaluar el buen desempeño de los estudiantes dirá relación con la aplicación de distintos métodos y mecanismos, sustentados en el entendimiento de la diversidad de la masa presente. Y el hecho de ejecutar uno sólo nos llevaría al gran pecado que quien sea fuerte, por ejemplo, en la parte escrita no logre sacar a flote el potencial oratorio que oculta, debiendo ser él mismo y su pedagogo quienes luchen por hallarlo.

Aunque lo realmente recordado por los adolescentes se situará más bien en sentirse valorados y reconocidos en su desempeño. El instructor ha de tener en cuenta la entrega de su dirigido, demostrándolo en ascensos de las notas en cuanto a esfuerzo o superación. Aparte de medirlo académicamente, deberá hacerlo también en su forma meritocrática. Esa es la segunda forma justa. ¿O no dirán ustedes que el alumnado no sentirá mayor vínculo con su labor cuando le es reconocida su correcta gestión? “Profe” y pingüino” se moldean mutuamente, tal cual una suegra con su nuera.

martes, 6 de mayo de 2008

POR MÁS QUE SE INTENTE, NINGÚN HIJO ES TRATADO IGUAL A OTRO

(En términos de la interrogante: ¿Cómo se aprende Historia y Geografía?)

- ¿Qué clase viene luego del recreo?
- Historia, como todos los lunes
- Uff, ¡el profe es una lata!

Diálogos predominantes en los más diversos establecimientos educacionales a lo largo y ancho de nuestra querida patria; un docente desconectado del ánimo de los imberbes ocupadores del aula y designado, simplemente, como el de Historia… ¿olvidan u olvida que, a la vez, es de Geografía?

El paso de cinco años por una casa universitaria (porque no es Pedagogo aquel que sólo estudia sabatinamente por dos años) con el fin de obtener un merecido título, debiese dejarnos en claro que los dos hijos de quienes nos responsabilizamos poseen distintas características y necesidades. Historia, el mayor de ellos (dada la cantidad de horas asignada a él en el Programa), será más bien dialogante y de comprensión. Mientras que Geografía, su hermana menor, querrá llamar más la atención de manera gráfica y visual. Así, el profesor, nosotros, debe asumir un trato distintivo para cada cual, porque, de esta manera, la proyección de ambos hacia el alumnado logrará una eficacia más elevada.

La interrogante de esta jornada aborda nuestra especialidad desde la óptica de cómo se aprende, es decir, el sentir de quien está en el pupitre. Prefiero abordarla, en primera instancia, a partir de la gestión del instructor. Claro, pues el emanador de contenidos es quien establece los parámetros para que éstos hagan suya la materia. Algo así como la TV influirá en cómo la sociedad mire los hechos y realidad. De no ser tratados asertivamente, HYG sólo generarán rechazo en la masa. Lecturas (quizás escuetas y medulares), análisis y discusión, serán la tónica para que, luego de la exposición del preceptor, los temas Históricos sean ejecutados. La intención no es lisa y llanamente cumplir con lo solicitado por el Estado en términos de “eso ya está visto”, sino intentar acercar las planificaciones a los jóvenes, quienes comprendan que las fechas, nombres y lugares tienen real cabida en su contemporaneidad y contexto. Lo interesante será que descubran los variados puntos de vista sobre un tema particular o, trivialmente, el porqué la calle que habitan se titula de tal manera. En cambio, con la ayuda de mapas, fotografías, podremos diseñar una clase geográfica mucho más amena y afable. El recurso visual es más poderoso (influye notablemente, según especialistas, en adolescentes) y, por lo tanto, el nexo entre ellos y lo aprendido alcanzará mayor notoriedad y digestión. Lo importante es que ambas ramas sean procedidas bajo el planteamiento que estamos frente a cuasi quinceañeros, por lo que la manera en que nosotros los adquirimos en la universidad distará mucho de cómo ellos han de absorberla: aprendizajes significativos en desmedro de menos textos y tecnicismos.

Ahora, esta casa sólo logra erguirse en el momento que adquiera una base sólida y consistente, mezcla de un instructor empático y ambientado a quienes tiene a su disposición, con aquellos con los que formará un ambiente adecuado para la enseñanza.

sábado, 26 de abril de 2008

NUTRICIÓN + SABOR= EL PLATO ESPERADO

(Sobre el tema: ¿Qué significa para ti enseñar didácticamente?)

Al momento de realizar un sondeo entre quienes hoy cursan la ya obligatoria Enseñanza Media y aquellos que en antaño ocuparon sus filas, seguramente, la tendencia dirá que Historia y Ciencias Sociales es la cátedra más “latosa” y aburrida del Programa. Comentarios directos: “es que el profesor habla, habla y habla”, “son tantas fechas y nombres, que uno al final se confunde”. Miles y miles de frases que por generación se traspasan, negándole una imagen atractiva y afable a nuestra futura profesión.
El choque se producirá de inmediato, pues los ejecutantes de la materia cegarán su mirada, afirmando que el estudiantado es quien posee la culpa producto de su alta negatividad y falta de compromiso con el colegio o liceo. Precisamente, es ese el punto que debemos atacar, el meollo mismo del asunto: la discordancia entre lo planteado por ambos actores. Si echamos un vistazo al texto más vigente de la RAE, ésta nos dirá que el término “didáctico” dice relación con lo “adecuado para enseñar o instruir”. Entonces, el hecho de enseñar didácticamente sentará sus bases en que sea pertinente y apropiado. Cuando la clase diseñada adquiere esos calificativos se traduce en que tiene directa relación con los aprendiendo, esos por los cuales se realiza. Y que posea conexión implica la tarea del pedagogo de acercarles los contenidos mediante la captación de su propia realidad, todo ello con la finalidad asumida de acaparar su atención. Obviamente, el que estén atentos no atiende a que sean meros espectadores de un espectáculo ni mucho menos, sino participantes activos de una cátedra correctamente elaborada y sustancial, pero estructurada con matices hospitalarios de fácil digestión (presencia de humor, vincular la materia con ejemplos de la vida real…). Algo así como una nutrida ensalada de verduras acompañada del sabor necesario para su consumo otorgado por los condimentos apropiados. Los pasos para llegar a este plato pasarían por manejar los códigos de quienes están en los pupitres para así obtener la interacción que toda labor educativa humanista necesita. Ese nexo constante de opiniones y acotaciones irá en la línea de un claro para qué enseñamos, es decir, que lo referido en la sala de clases tenga una finalidad en el contexto de la contemporaneidad. En pocas palabras, alcanzar el aprendizaje significativo que Ausubel tanto nos habló. El uso se recursos alusivos y seductores acrecentará un desempeño positivo: mapas geográficos y conceptuales, fotografías, esquemas, etc.
Lo realmente válido, más allá de todo lo que los libros y teorías extranjeras aprendidas en la Universidad nos relaten, es que el joven se sienta llamado a asistir a clases, no por una obligación porcentual para aprobar el curso, más bien por una cuota de interés, de saber que lo tratado en esas cuatro paredes no serán simples palabras al boleo, al contrario, herramientas para enfrentar el mundo de hoy y el que se avecinará.

martes, 15 de abril de 2008

EL 220 LO DICTÓ: CONDUCTA NEGOCIADA

(en relación al planteamiento: ¿Cómo promover un ambiente adecuado para el aprendizaje?)

Constantes y casi unísonas son las quejas de un gran número de futuros colegas respecto a la dificultad para desempeñar su labor educativa en medio de inquietos adolescentes. Pronunciamientos en torno a la escasez de su silencio, movilidad sin sentido (pararse y desordenar)… aspectos que poco a poco menoscaban la alta vocación con la que ingresaron a su Escuela de Pedagogía.

Entonces, ¿qué sucede? Podríamos atribuir sin más la responsabilidad de los hechos señalados a la diferencia entre los jóvenes de ayer y de hoy (típico discurso adulto) o a la flexibilidad del Marco Curricular en cuanto al exceso de derechos por sobre los deberes (información tergiversada si miramos en detalle el Decreto Supremo 220). Pero lo cierto es que una gran cuota de autoría en el tema la poseen los propios portadores del discurso, los profesores, quienes con su proceder diseñarán, en gran medida, el contexto bajo el cual han de ejercer.

Debemos concebir que un ambiente adecuado para el aprendizaje es aquel vinculado a un silencio pertinente, sobre la base del respeto que toda interacción humana necesita. El lograrlo y hacerlo eficaz es el punto que hoy nos invita a esta argumentación. Y es que partiendo de la raíz misma, nos percataremos del vital y primario rol del docente en este punto. Captar la atención de los pupilos es fundamental. Quizás la innatez sea la manera más básica de obtenerla, pero ciertas conductas o acciones nos facilitarán la tarea. La legislación educacional vigente promociona una “conducta escolar consensuada”, en el sentido que tal como el instructor se comporte, el aprendiendo lo hará; la puntualidad del primero diseñaría la de los segundos, por ejemplo. En pocas palabras, los alumnos serán el fiel reflejo del “profe”. Por lo tanto, si queremos respeto hacia nosotros, demostremos, primero, la tolerancia y aceptación hacia ellos. Me refiero a conocerlos, acercarnos a sus códigos. De esta forma, nos sentirán captadores de su realidad. Con ello, el diálogo se tornará mucho más ameno y proxémico, obteniendo lo que debemos realmente buscar al momento de insertarnos en cualquier sala de clases: aprendizajes significativos.

A fin de cuentas, se trata, simplemente, de fijar un clima de entendimiento y razón, actuando con persuasión y trato humanitario, lejano a la doctrina de terror y pánico. Eso sí, la asimetría entre uno y otro sujeto ha de mantenerse, obviamente alejados del protagonismo del pedagogo de antaño, pues, mal que mal, son jóvenes en etapa de descubrimiento y carentes de las reglas delimitantes que toda persona debiese poseer para habitar perfectamente en sociedad. Tal jerarquía, si se le desea llamar así, hallaría su sustento en la demostración de sabiduría (no entendiéndola como Paradigma Técnico) del preceptor y del respeto que este expulsase. Acompañado todo ello por una vestimenta pertinente, etc.

No intentaremos encallar en un puerto de gélida pedagogía medieval, sino más bien en uno de interacción que prepare la base para el futuro social que les espera. Tal vez un aula estética y bien acompañada de mapas y gráficas educativas les configuraría una mirada al entorno un tanto más cálida.

sábado, 5 de abril de 2008

DISCIPLINA = MORALIDAD ≠ CASTIGO Y TERROR

(en torno al cuestionamiento: ¿Qué significa la disciplina dentro del aula?)


Resabios aún conservan nuestros mayores respecto a la dura aplicación pedagógica por parte de los otrora Normalistas. Recuerdos que salen a flote en la más increíble de las conversaciones, más allá del contexto en el que se entablen. Con una extraña fusión de morriña y enfado relatan los estrictos castigos que debían correr si su conducta no decía relación con la imponente orden del sabio que frente a ellos se hallaba. Es que el profesor de antaño, además de instruir académicamente en forma “depositaria”, en palabras de Paulo Freire; debía legar una conducta moral y social intachable. Cualquier movimiento fuera de normas, susurros inesperados, excesos de protagonismo de los adolescentes… debía ser fuertemente sancionado. Parado en la esquina de la sala de espaldas hacia sus compañeros, otros soportando un ladrillo en las manos, etc; eran tan sólo un par de “medicinas”.

Despóticas medidas y proceder a nuestro parecer. Y, claro, imposible entenderlo de otra manera dado el espacio temporal pedagógico y social que habitamos, muy distante de aquel positivista y militar de las Escuelas Normales. Una fuerte apelación a los Derechos Humanos y el desarrollo íntegro del alumnado son conceptos clave en el Marco Curricular chileno desde iniciado el retorno a la “democracia”. Ya no concebimos un estudiante quieto y mero receptor de contenidos, sino un participante activo y co-productor de la clase. Es el gran desafío que el docente debe asumir. El escollo está en cómo lograr que aquella masa de imberbes (en la mayoría de los casos, superior a cuarenta) sea parte íntegra del espectáculo sin que caigan en el aprovechamiento de sus garantías. Si bien las normativas dictan un respeto hacia éstos, jamás han hablado de una ausencia de orden por parte del “guía”. La línea de conducta del educador ha de ser paralela a la del comportamiento de sus aprendiendo, pues al llamarlos “adolescentes” hacemos referencia a su adolecer moral, el que, querámoslo o no, será considerablemente suplido por el reflejo de su mayor. Si la puntualidad es característica de su preceptor, le resultará menos complicado el también efectuarla.

Entonces, hablado ya el primer punto (conducta juvenil es un importante reflejo de la su profesor) debemos ahondar en el concepto mismo que mueve la interrogante que nos trae hasta acá: DISCIPLINA. A primera vista, la mayoría de las opiniones la vincularía con rasgos militares y el seguimiento de rígidas normas. Pero la concepción de la RAE es un tanto divergente: “Doctrina, instrucción de una persona, especialmente en lo moral”. Por ello, el hecho que un pedagogo administre disciplina, no ha de significar que ejerza una dictatorial “justicia por sus manos”, como se tendería a pensar. Es más bien el traspasar valores y conductas necesarias a los púberes para su desenvolvimiento social. Hablamos de respeto en la atención del otro, solidaridad entre los pares, responsabilidad con lo acordado. En fin, la labor del “profe” pasará por crear, en su función de conductor, un ambiente necesario para revisar los contenidos. Ello no sobre la base de condicionamiento clásico acérrimo, sino de consenso grupal, logrando captar la realidad de sus aprendiendo para luego estipular la mejor manera de proceder con ellos (códigos, actividades…) y así establecer un aula nutrida de agrado y valoración del uno por el otro.

Disciplinar, nebuloso término que a más de un colega ha de confundir, trasladándolo a un planeta de refuerzo y castigo, lejano al ideal de comunidad. Porque lograr disciplina no es generar pánico ni temor, es entregar a las futuras generaciones aquel abono que los hará más fértiles como seres y personas; transformar la realidad de pupitres y pizarrón en una cámara de lo venidero en sociedad, dejando de verlos como futuros hombres-máquina, porque aquel futuro ciudadano no vivirá de aceite ni carbón, pero sí de entendimiento y razón.